Una de las sensaciones más desagradables a la hora de beber un mojito es que se te queden entre los dientes trocitos verdes de hierbabuena. Y no sólo pasa con el trago cubano más famoso del mundo. Cualquier cóctel que lleve hierbabuena en su formulación es susceptible de terminar como una sopa en la que flotan pedacitos de hoja. En algunos sitios deberían servir el mojito junto a un paquete de hilo dental. ¿Por qué existe ese afán por maltratar la hierbabuena y machacarla hasta el extremo? ¿Es realmente necesario tanto ensañamiento?
Cuando se trabaja con hierbabuena es necesario “excitar” las hojas para que liberen sus aromas y éstos impregnen el cóctel. Pero para eso tan sólo basta con aplastar ligeramente las hojas con el muddler y agitarlas. No debemos olvidar que lo que perseguimos es que ese aroma que respiramos cuando olemos un ramillete de menta o hierbabuena se traslade al cóctel. Si lo que hacemos es machacar compulsivamente las hojas corremos dos riesgos: el primero es la desagradable sensación de encontrar trocitos verdes al beberlo. El segundo es el de amargar el cóctel.
¿Qué es esto de “amargar” el cóctel? El aroma de la menta y la hierbabuena es dulce y agradable. Sin embargo, cuando se rompen las hojas también lo hacen las pequeñas venas que hay en ellas y los cloroplastos, desprendiendo así la clorofila que contienen. Y la clorofila, a pesar de lo ricos que están esos chicles verdes, es amarga. Por eso no conviene romper las hojas cuando se elabora un mojito o un julepe. Si buscas una manera sencilla de comprobar esto prueba a chupar una hoja de menta y compáralo con masticarla. La ventaja de utilizar este ingrediente en coctelería es que aporta un aroma fresco, suave y dulce. Y para obtener este aroma no hace falta maltratar la hierbabuena con tanto ímpetu. Además, no conozco a muchos clientes a los que les guste quitarse trocitos verdes de la boca cada vez que le dan un trago a su copa.