Y si no ha muerto, deberíamos ir pensando en matarlo y enterrarlo, aunque antes de que esta afirmación lleve a conclusiones no deseadas, es preciso aclarar una cosa: en este post no nos referimos a los cócteles que requieren del vaso tipo Collins para su presentación, ya sea porque ofrece unas mejores cualidades para la mezcla de sus componentes (especialmente cuando eśtos presentan diferentes densidades), facilita su disfrute o simplemente queda bonita la presentación final. Aquí de lo que hablamos es de la experiencia de pedir y tomar lo que viene siendo un cubata en un pub, bar de copas o discoteca, que es lo más consumido en el mundo de la noche, a saber, un destilado de base (normalmente whisky o ron) y un refresco que lo acompañe (Coca Cola, 7Up, limón, naranja, Ginger Ale…).

Hechas las aclaraciones previas, vayamos al fondo del asunto. En España el vaso de tubo hizo su entrada triunfal a finales de los años 70, se consolidó como el envase donde alternar las noches en los 80… y desde entonces sigue haciendo que pedir un cubata sea una experiencia incómoda. Más si cabe cuando lo que pides es una ronda para los amigos y necesitas hacer malabarismos para distribuirlos. Tú pides un cubata, pero lo que te llevas es un vaso y una botella de refresco. Y entonces surge la duda: ¿echar un trago largo para terminar de vaciar el contenido del refresco en el vaso antes de abandonar la barra o llevarte el ‘pack’ y no saber qué hacer con la botella al cabo de dos minutos?

Para servir un cubata lo más práctico y, sobre todo, cómodo para el cliente es el vaso de sidra. Quizás hace unos años pedir que te sirvieran una copa en este tipo de vaso fuera una excentricidad, pero hoy su uso está lo suficientemente extendido como para enterrar definitivamente los incómodos tubos de cristal. Incluso existen grupos en facebook que manifiestan su descontento hacia este formato. Cierto es que para quien está al otro lado de la barra el vaso de tubo es más versátil que el de sidra: ocupa menos espacio en los mostradores y aprovecha mejor el espacio del lavavajillas. Pero no hay que olvidar que de lo que se trata es de hacer al cliente lo más agradable posible la experiencia de beber su copa. Y existen muchos clientes que, cuando ven que el camarero empieza a echar hielos en un vaso de tubo tras haber pedido su cubata favorito se inclinan sobre la barra para decir: “¿Me lo puedes poner en un vaso de sidra?”. En cambio, resulta muy difícil escuchar lo contrario: “Perdona, en lugar de en vaso de sidra, ¿me lo puedes poner en uno de tubo?”.

Por no hablar de que en un vaso de sidra las medidas se gestionan mucho mejor. Tiene la capacidad perfecta para que, echando todo el contenido del refresco, el combinado quede a entre 1 y 2 centímetros del borde, hielos y licor incluidos. Con el vaso de tubo no sucede lo mismo, y surge el inconveniente de tener que utilizar las dos manos para desplazarte por la sala: una para el vaso y la otra para el refresco. Otra ventaja es el equilibrio de sabor que aporta el vaso de sidra con respecto al de tubo. Con este último existe una desproporción en los primeros tragos hasta que se rellena con el refresco.

En definitiva, un cubata en vaso de tubo es una reminiscencia de una época en la que ésa parecía ser la única manera de servir un combinado. En la actualidad es poco menos que un objeto de culto para nostálgicos de los 80 y del heavy metal. Con el vaso de sidra suficientemente extendido por el ecosistema de la restauración se le puede hacer más cómoda al cliente la experiencia de tomar una copa. Y es que en este blog compartimos la opinión de Francisco Almeijeiras, director de la marca de ginebra The Poshmaket Limited: “El vaso de tubo le ha hecho mucho daño a este país”.

Mi Twitter, por si alguien quiere tirarme un vaso a la cabeza: @CulturaDeBar