Hace unos días, en una cena entre amigos, me pidieron que preparase una ronda de chupitos con la que brindar. Tras echar un vistazo a la ‘licorteca’ para ver qué botellas había disponibles decidí preparar un Flaming B52: Kahlúa, Baileys, Grand Marnier y un poquito de fuego para añadirle postureo al asunto. Y llegó la pregunta:
-¿Cómo consigues que se vean tres colores distintos en el vaso?
-Por la diferencia de densidades de los distintos ingredientes. Si los sirves cuidadosamente se van formando capas
-¿Y hay más cócteles así?
-Sí, podemos preparar unos chupitos arcoiris
Los ‘chupitos arcoiris’ no son nada nuevo, aunque últimamente comienzan a verse con cierta frecuencia en algunos pubs nocturnos y discotecas (en algunos casos con resultados desastrosos). Tienen sus pros y sus contras. Lo bueno: su atractivo visual, que introducen un elemento de sorpresa en función de cómo hagas el ritual de servicio y que son un imán para atraer grupos de clientes a la barra. Los malo: que cada chupito va a llevar diferentes proporciones de ingredientes y alcohol y por tanto sabrá distinto. Y a no ser que trabajes en un pub nocturno dirigido a un público joven yo no los metería como opción en carta. Seamos francos: en un ginclub de afterwork no tiene sentido servir algo así.
Vale. ¿Y cómo se preparan estos ‘chupitos arcoiris’? Pues, al igual que sucede con el B52, añadiendo ingredientes de distintos colores y densidades de manera cuidadosa para evitar que se mezclen. Eso sí, procura empezar por el licor que tenga mayor densidad, porque el orden de los factores aquí sí es muy importante.