Nuestra historia destilada de hoy nos traslada en el tiempo 90 años atrás, y nos sitúa en el espacio en la cuenca del río Speyside, la zona más prolífica y conocida de producción de whisky escocés. Casi la mitad del total de destilerías que existen en Escocia se encuentran ubicadas en esta pequeña zona. La razón está en el agua que fluye por sus manantiales, y a la que se atribuye una gran calidad para la elaboración del whisky. Allí se instaló en 1878 la destilería The Glenrothes, muy conocida entre los aficionados al whisky por sus particulares single malts de añada, y también por ser uno de los whiskies de base para la elaboración de los Cutty Sark. Precisamente la primera edición de Cutty Sark salió al mercado un año después de que The Glenrothes viera cómo más de 910.000 litros de whisky que tenía almacenados en uno de sus edificios acababan en los estómagos de peces y vacas.
El suceso tiene que ver con uno de los elementos que de cuando en cuando ha ido visitando diferentes destilerías: el fuego. No es raro encontrar en la historia de las marcas de whisky escocesas algún episodio relacionado con un incendio. Talisker, por ejemplo vio cómo en 1960 las llamas echaban abajo la mayor parte de sus instalaciones, destruyendo los cinco alambiques con los que destilaba whisky, lo que obligó a la casa a empezar otra vez de cero. En el caso de The Glenrothers, lo que ardió en mayo de 1922 fue el almacén número 1, que contenía nada menos que 2.500 barricas llenas de whisky. En total, la compañía vio cómo casi un millón de litros de whisky se desparramaban e iban a parar al río Rothes.
Según cuentan las leyendas populares de la zona, aquel año los pescadores vieron incrementada su cuota de pesca gracias a que durante la veda les era más fácil capturar los peces, quizás narcotizados por el whisky vertido río arriba. También se dice que en la localidad de Rothes, un pueblo agrícola de poco más de 1.000 habitantes, hasta las vacas bebían el whisky que llegaba a los prados a través del río.
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